Un sueño que comienza a andar a principios de los años 90, nacido sobre los brazos del centenario lagar familiar.
Tradición y técnica reunidos en un escrupuloso respeto a nuestro padre José Castaño, mimando, como aprendimos, la uva desde la cepa hasta la cuna, donde descansan sus ansias nuestros vinos.
Letargo del que despertarán serenos y nobles para sentarse a su mesa brindándole a su copa un sabor que pasa de padres a hijos, novedoso y distinto en cada cosecha.
El respeto a estas tradiciones es lo que nos ha llevado a alejarnos de ser esclavos del comercio, para ser “maestros de vino“;
amantes de un trabajo bien hecho, lentamente, como ha sido siempre, con el peso del tiempo en las espaldas, y pidiéndole incluso permiso al vino para no hacerle daño al trasegarlo.
Una enseñanza que hemos vivido en la escuela de nuestro cotidiano crecer, implicados desde niños en la elaboración del vino, y que ahora intentamos transmitírselo a las generaciones que un día continuarán nuestro sueño.